Novak Djokovic conquistó su sexto Open de Australia tras derrotar en la final al escocés Andy Murray por 6-1, 7-5 y 7-6. El serbio suma once Gran Slam en su carrera y sólo se le resiste Roland Garros. Roger Federer está considerado el mejor tenista de todos los tiempos y su juego ha enamorado a los que amamos el deporte. Rafa Nadal nos ha encandilado durante casi dos lustros por su soberbia potencia mental. Hoy nadie discute que Nole es el rey de la raqueta. El tenista de Belgrado no tiene rival en el circuito. Las diferencias con el resto de estrellas del tenis incluso se han disparado durante el 2015 y en este curso Djokovic lleva camino de repetir los éxitos recientes y si cabe con mayor autoridad como demostró el nº 1 del mundo en las semifinales de la semana pasada en Melbourne ante un Federer que se presentaba ante los 18.000 apasionados “aussies” como el genio histórico y pletórico de forma para pararle los pies al serbio. Nada más lejos de la realidad. Novak maltrató al suizo en las dos primeras mangas (6-1 y 6-2), Roger salvó la humillación en la tercera, aplicando toda su sabiduría en la pista (3-6) pero en la cuarta resucitó de nuevo la máquina de jugar a tenis que Djokovic engrasa cuando lo necesita. Nole no dio opciones al gran campeón de Basilea para acariciar la posibilidad de llevar el partido al quinto set. Federer murió con las botas puestas y felicitó a su verdugo. Australia y el mundo sabían que ese Djokovic-Federer era una final anticipada como así sucedió.
Nole es un gato, un lince, un atleta capaz de abrirse de piernas hasta el infinito para llegar a todos los tiros envenenados que le envían sus rivales. Djokovic no sólo llega en las mejores condiciones para devolver la pelota sino que golpea eficazmente sus restos al otro lado de la red. Allí donde hace más daño a su contrincante. El serbio siempre atesora un golpe más que sus compañeros de circuito. Hace tres años Djokovic se cabreaba tras fallar un lance y su fragilidad mental le impedían aprovechar el talento que derrocha ahora en cualquier circunstancia.
La ayuda de Boris Becker desde la grada ha sumado en los dos últimos años, pero por encima de todo Novak Djokovic sabe moverse en la pista como nadie. Tal vez cuando sus piernas comiencen a flaquear se vislumbrará el final de su reinado, aunque hay Nole para rato y más teniendo en cuenta que en el circuito no salen nuevos talentos. Murray y Djokovic cumplirán 29 años este2016, Nadal entrará en los 30 y Federer en los 35. Son los cuatro ases de la baraja con algún comodín esporádico como Wawrinka o Berdych. Las estrellas del tenis son cada vez más viejas y algunas se van apagando. El relevo generacional está en los tenistas que ahora tienen 16 años, una edad difícil en cualquier parte del planeta para llegar a lo más alto. En chicas por lo menos es distinto. Si nuestra Garbiñe Muguruza (22 años) no se encalla tras ser finalista en Wimbledon ante la número uno del planeta Serena Williams, por cierto sorprendentemente derrotada en la final de Melbourne por la alemana Angelique Kerber (28) en tres mangas.